Había una vez un lugar lleno de agua y vegetación...
y en medio de ese paraíso se encontraba un pequeño pueblo.
En el pueblo había una centena de pequeñas casas blancas al lado de una colina
verde en cuya cima se encontraba un molino.
La gente del pueblo solía decir que este molino era mágico
pues el molinero se pasaba el día descansando, sin trabajar, y el molino le ofrecía todo lo que
quería sin esfuerzo.
Todo lo que tenía que hacer era pedirlo:
“Moler, moler, moler y hacer que aparezcan 20 kilos de trigo,
para que yo pueda verlo” – y el molino se lo daría,
siempre que dijera las palabras mágicas.
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A pesar de que el molinero era dueño del molino mágico y que éste le podía dar todo lo que él
pedía; el molinero no se aprovechaba de su magia. Sin embargo, llegó una temporada en la
que las ventas del trigo bajaron y él se quedó sin dinero para comprar su comida.
Debido a estas circunstancias al molinero se le ocurrió hacer una excepción y pedirle al
molino un banquete de comida rica para que él y su familia pudiesen comer. Lo único que hizo
fue añadir las palabras mágicas y…
¡poof apareció una mesa llena de comida como para alimentar al pueblo entero!
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El molinero estaba muy agradecido y comió hasta quedar satisfecho junto con su familia, pero
sobró mucha comida así que pensó en dársela a la gente del pueblo. Todos los del pueblo
estaban muy agradecidos con el molinero y se asombraron por la gran cantidad de comida que
les regaló a todos pues sabían que él estaba pasando problemas económicos y le preguntaron
cómo había conseguido tanta comida, él decidió compartirles su secreto sobre su molino
mágico y los aldeanos sólo se rieron y pensaron que estaba loco. A pesar de que los lugareños
estaban escépticos y hasta lo tildaron de loco, planearon corroborar la historia del molinero y
verificar la verdad con sus propios ojos. Un grupo de aldeanos subió la colina en donde estaba
el molino y uno de ellos le pidió al molino 1 millón de monedas de oro. Se escuchó un
estruendo y de repente las monedas de oro empezaron a aparecer y aparecer, y no dejaban de
aparecer. Todos los aldeanos entraron en pánico pues no sabían cómo detener la avalancha de
monedas y así decidieron ir a buscar al molinero para que les ayudara a detener la magia del
molino.
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El molinero se sintió muy triste pues los aldeanos a quiénes les había confiado la fuente de su
fortuna se estaban aprovechando del secreto y habían tomado ventaja de la magia del molino
para obtener beneficios económicos exagerados. Los aldeanos se dieron cuenta de lo
ambiciosos que habían sido y le pidieron perdón al molinero por ser incrédulos y también le
solicitaron al molinero que detuviera la salida de monedas de oro del molino para que el pueblo
no se llenara con monedas. A pesar de su tristeza y decepción por la actitud de los aldeanos, el
molinero aceptó ayudarles y al final como no sabían qué hacer con todas las monedas, las
repartieron entre todo el pueblo para que nadie sufriera de hambre por falta de dinero para
poder comprar comida en épocas de vacas flacas.
Fin.